Buenas noches…
Espero que hayan empezado la semana con fuerzas y
que se presente bonita para todos. Tenía muchas ganas de escribir de nuevo y aquí
estoy para hablar de ella, mi matrona.
Al quedar embarazada, una amiga que ya había sido madre me dijo que ir a la matrona era una pérdida de tiempo, pues respecto del bebé no hacía nada que no hiciera ya la ginecóloga y respecto de la embarazada no paraba de pesarte y de preguntar cómo te alimentabas porque el peso se estaba disparando. Aún así, quería probar. Pensé que no perdía nada y que si la experiencia me resultaba poco agradable no repetiría, era sencillo.
Al quedar embarazada, una amiga que ya había sido madre me dijo que ir a la matrona era una pérdida de tiempo, pues respecto del bebé no hacía nada que no hiciera ya la ginecóloga y respecto de la embarazada no paraba de pesarte y de preguntar cómo te alimentabas porque el peso se estaba disparando. Aún así, quería probar. Pensé que no perdía nada y que si la experiencia me resultaba poco agradable no repetiría, era sencillo.
Pedí mi cita y acudí a ella. En la mesa de la
entrada del centro de salud cogí un folleto para mirarlo mientras esperaba mi
turno. Supuse que tendría que esperar. Miraba a las otras mujeres y me sentí un
poco ridícula pues tenían sus embarazos ya avanzados y yo me presentaba con mi
pequeño corazón latiendo pero sin barriga.
Escuché mi nombre desde la puerta de la consulta, me levanté de mi
asiento y vi una mujer joven. Me encanta encontrarme en cualquier lugar con
gente joven porque creo que aportan muchas ganas a lo que hacen y un extra de
profesionalidad pues la formación es reciente. Me sonríe y me invita a pasar. Me
mira a los ojos para preguntarme ¿cómo
estás? … En ese momento supe que volvería, que en absoluto aquel tiempo iba ser
perdido. Sabe que estoy subida en una montaña rusa de sentimientos, de felicidad,
de miedos y de inseguridades.
Me hace preguntas muy personales a las que respondo
muy cómoda, tanto que yo misma estoy sorprendida del clima que hemos creado en tan poco tiempo.
Escuchamos a mi niña (no podemos verla porque no dispone de pantalla para ello)
y me despide con un hasta pronto.
Al poco tiempo, mi ginecóloga me dice que por el tamaño
del fémur mi peque es un niño. No puede asegurarlo pero las probabilidades de
su sexo son esas. Fue una odisea buscarle un nombre. No nos poníamos de acuerdo y
volví a ver a mi matrona con una barriga que ya se dejaba notar pero sin
nombre. Sabía que me preguntaría por el nombre, sabía que me iba a sentir fatal
por no haber podido convencer a mi pareja con el nombre del bebé… ¿qué tipo de
madre iba a ser yo que no era capaz ni tan siquiera de encontrar nombre e
identificación para mi hijo? ¿porqué no nos poníamos de acuerdo? …
Vuelvo a su consulta y al pasar la puerta me saluda
y me toca la barriga con un cariño que hace que me emocione. Le habla a la
barriga con absoluta normalidad algo que ya yo hacía a escondidas para evitar
que pensaran que se me había ido la cabeza. Vuelvo a estar frente a ella y como
había previsto me pregunta por el nombre del bebé …¿cómo se llama? Sentí una
punzada en el corazón al tiempo que le decía que no habíamos conseguido
ponernos de acuerdo. Tranquila me dijo, no se quedará sin nombre, lo
encontrarán ya verás. Su gesto acompañaba sus palabras… no había reproche en su
mirada, ni me sentí cuestionada por ella. Lo entendía, normalizaba sobre el
asunto… sabía que uno de los temas que más
controversia presenta en cuanto al bebé se refiere es su nombre. ¿cada uno
tiene uno distinto verdad? me dice sin mover una pestaña, haciendo del asunto
la situación más normal del mundo. Me dice que me cuide y que disfrute y le
hice caso, vaya si le hice caso. Recuerdo los nueve meses de embarazo como los
más felices de toda mi vida. La ginecóloga al poquito tiempo me dice que se
equivocó en el diagnóstico del sexo y que sin duda íbamos a ser padres de una
niña. Nos pusimos de acuerdo con su nombre en una hora. Fue realmente sencillo.
Creo que el no haber encontrado nombre antes era una señal, una bonita señal de
la vida que nos decía “esperen, no tengan prisa, todo llega cuando tiene que
llegar”.
Las clases de preparación al parto eran reuniones de
mujeres con ganas de compartir dudas, alegrías y experiencias pues algunas ya
habían sido madres antes. Algún hombre se acercaba una vez y no volvía pues el
ambiente que se respiraba era muy propicio para ellas pero poco propicio para
ellos. Cuando había algún padre, se preguntaba menos, se participaba menos y se
compartía menos. En una de las clases la matrona me pregunta que dónde iba a
dormir mi hija y mi respuesta clara y rotunda fue en su cuna, como si ya
hubiese un libro escrito al respecto y
del que nadie antes se hubiese atrevido a dudar. Hablaba de colecho, de porteo
y de teta. Las dos primeras palabras las buscaría en el diccionario nada más
llegar a casa, no tenía ni idea que significaban. Intentaba ir siempre a sus
clases pues aprendía con ellas y me resultaban divertidas.
Se presenta el momento del parto y me pregunto porqué
la seguridad social en sus protocolos de asistencia no establece que la persona
que te asista sea tu matrona, esa mujer que ha seguido tu embarazo, que te
conoce y con la que has creado un vínculo maravilloso de confianza. Pensé en
ella pero enseguida quise apartarla de mi mente; no iba a estar.
Al nacer mi pequeña la llevé a su consulta para
hacerle la prueba del talón y revisar mis puntos. El parto había sido difícil. Fuimos los tres y le pedí por favor
no revisar nada. Me acababan de dar el alta y podíamos esperar unos días a yo
sentirme un poco mejor. Supo entenderlo, supo respetarlo y me hizo prometer que
volvería, que podíamos esperar pero no dejar de hacerlo. Cogió a mi hija en
brazos sin pedir permiso, sin ese permiso que siempre piden los que se sienten
lejos de tu hijo y de ti y la besó cuidadosamente en la frente. Le dijo a mi
pareja que había que estar alerta con las lágrimas y los posibles bajones y que
el apoyo era muy importante. Nos despedimos y se me partió el corazón al
hacerlo porque sabía que ya no habrían consultas con ella donde me preguntaría
cómo estaba mirándome a los ojos.
La matrona creó un grupo de whatsapp con más de
sesenta mujeres en el que participa activamente resolviendo dudas, dando citas,
haciendo aportaciones … ha promovido iniciativas solidarias respecto de
familias que pasan temporalmente por momentos difíciles.
En nombre de todas, gracias de corazón por no
colgarte la bata blanca y hablar desde una posición puramente médica. Las mujeres
embarazadas necesitamos alrededor a seres humanos. En ti hemos encontrado uno
enorme.
A todas las mujeres que dudan sobre la función de la
matrona en el embarazo yo las invito a probar.
Feliz semana…
Disfruten cada día, todos cuentan …
Que bien escribes Ro! Me emocionò tu texto.
ResponderEliminarEn Espana mi matrona era màs bien de las que entienden parto y maternidad mientras màs "maquinizado" mejor.
Por suerte pude dar a luz en un paritorio atendido exclusivamente por matronas, que me respetaron en todo momento, pidiendo permiso para hacer tactos (solo dos), preparando una habitaciòn con luz tenue y mùsica relajante y una banera con sal.
La matrona que atendiò mi parto me preguntò que si querìa ella podìa esperar en la habitaciòn de al lado y yo la podia llamar en cualquier momento. Lo que hice cuando comenzò el expulsivo.
Eso sì que es tener entendimiento de còmo funciona un parto y la importancia del respeto a la intimidad.
Ademàs gracias a ella no me desgarré, pues me decìa no empujes, ve despacio, déjate llevar por la ola.
Cabe decir que en ese paritorio dan a luz de media una mujer al dìa... y a ninguna le hacen episiotomìa.
Después del parto me ayudaron con la lactancia, me dieron masajes para favorecer la colocaciòn del ùtero, clases para recuperar el cuerpo, me enseniaron a llevar a mi bebé en el mobywrap.. en fin, estaré eternamente agradecida de poder haber estado controlada durante el embarazo por matronas y poder haber parido con ellas.
Aquì: https://geburtshaus-zho.ch/natuerliche-geburt/geburtszimmer/