26 feb 2017

Quedadas no ficticias


        Quedamos en la misma terraza de otras veces con vistas al mar, lujos de vivir en una isla. Era una tarde de octubre y hacía mucho calor. Acababa de ser madre. Era una madre feliz, de esas que llevan consigo un brillo especial con independencia de su aspecto físico. La vi acercarse en vaqueros y sin tacones, despeinada y sin maquillar. Por un momento dudé si se trataba de ella.
          Parecía que atravesaba un momento difícil ¡qué ilusa!… se sentó en la mesa acomodando el carro de manera que no le atizara el sol al bebé y lo iba cambiando de lugar a medida que la luz descendía en el horizonte. Pedí lo de siempre y ella pidió agua. En algunas tomas le doy pecho y tengo que cuidarme me dijo. ¿ y estás con eso? le pregunté, con la confianza absoluta que te da la ignorancia atrevida y el hecho de que podemos ser quienes somos una con la otra. Sí me contestó abiertamente. Nos conocemos desde la Universidad y somos tres. Cada una procede una punta distinta de la isla, cada una con nuestra vida. Lo mejor de nuestros encuentros es la libertad con la que podemos hablar de cualquier tema. Es estar como nos apetece, decir lo queremos sin que nos malinterpreten, sin que nos condicionen o cuestionen, es maravilloso y no es algo que se consiga fácilmente.  Poder ser nosotras mismas, sin explicar, sin enmascarar, sin posturear. Quedábamos sin mirar el reloj. Pedíamos pizzas y en el salón de su casa sacudíamos el mundo.

            Se acercaba muy deprisa la tercera en discordia. Perdón por el retraso dijo, sacudiendo la mesa  con tal fuerza que a punto estuvieron de saltar las bebidas por el aire. Movió el carro sin preguntar para acomodar su silla y no pude contener una carcajada. Empezó a despojarse de capas de ropa y pidió lo de siempre, ¡qué alivio pensé!, hay cosas que mantenemos como siempre. Pedí coger al bebé advirtiendo que no tenía ni idea. Me dijo que fuera al baño a lavarme las manos y me sonó a burla, pensé que no lo decía en serio, ¿las manos para qué?  Ella no podía creer mi absoluto desconocimiento sobre algo tan básico, para coger a un bebé hay que tener las manos recién lavadas, dijo. Le hice caso y de camino al baño seguía dudando, no terminaba de convencerme pero me las lavé y volví. Empezó a sacar cosas de un bolso que parecía una maleta de viaje por su tamaño. Un termo, un pañal, un bote con leche en polvo… en la mesa no cabía un alfiler y le ofrecí mi ayuda. No la necesitaba, se manejaba perfectamente con todo aquel tenderete de cosas. La niña empezó a comer. Finalizada su comida, nos la rifábamos para hacernos fotos. Súbela más que acaba de comer, agarra bien la cabecita, la tienes torcida trae que no sabes y eres muy bruta. Aquel día vimos que las cosas habían cambiado por completo. Empezaba a refrescar y quería irse, algo que nunca antes había pasado. Las conversaciones sobre nuestras cosas eran interrumpidas por llantos, por cambios de pañal, por tomas de leche… la vas a embuchar le dije en una de estas, pensando que era imposible que alguien tan pequeñito pudiera comer tan seguido. Aquel día fuimos a su casa y ya no era el mismo hogar. Olía a bebé, es un olor que sólo se puede sentir y nunca explicar. Es el olor de la pureza que da el comienzo de una vida. Nos fuimos de nuevo cada una a su vida, sabiendo que nada iba a ser como antes jamás.

            En este momento las tres somos madres y podemos entender lo que pasó aquel día mucho mejor. Yo también he salido con mi niña con las pintas de un indígena y sentirme la mujer más guapa del mundo. Yo también he colocado mi carro maldiciendo la luz del sol. Yo también he pedido de beber agua porque era lo mejor en ese momento para ella.

            Hay madres que van tan arregladas como siempre. Hay otras que prefieren sacar a pasear pantalones y zapatillas de deporte. No nos sintamos presionadas por la sociedad para ir como no nos apetece. A mi ir arreglada me ayuda a sentirme mejor conmigo misma, lo que no es incompatible con elegir no arreglarme otras veces.

            Este fin de semana me apetecía hacer unas fotos para el blog…no ha sido fácil porque llevamos a la peque y no paraba  un segundo entrando en casi todas las que hacíamos ( el fotógrafo no es fotógrafo y la modelo no es modelo, no vamos a responsabilizar  a la peque de nuestros desastres jjjaaa). Además la cámara es nueva y no sabemos usarla… espero que la próxima vez puedan ser  mejores ... El sitio es Osorio ...





 




“Demos más sonrisas, demos más abrazos, demos más paz, demos la mejor versión de nosotros mismos. Demos gracias a la vida por darnos el gran lujo de poder despertarnos cada mañana. Seamos más agradecidos. Lo triste no es morir. Lo triste es no saber vivir”.

                                                                                                                              Pablo Raez.

Ojalá las ganas de vivir ganara la batalla a todo lo demás … Gracias Pablo, con muchos años más que tú me siento incapaz de escribirlo tan claro y tan bonito … Buen viaje guerrero …

 

                                             Ro

 

 

5 comentarios:

  1. Qué pasada de entrada... yo también entiendo muchas cosas del pasado, y veo el futuro de forma distinta desde L. Tu lo narras a la perfección... para cuando el segundo capítulo con esas motalejas tan valiosas?

    Por cierto, les auguro un gran futuro, como fotógrafo y como modelo <3 _ <3

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  2. Jjjaaaaa que linda Rebe ... . muchas gracias 😘

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  3. Ro, escribes como en una novela, me encanta. Nada cambia más la vida que la maternidad, cuando se es madre cambian las prioridades, deja de ser una lo primero para dedicarse a la nueva personita q ha traído a la tierra; y esto lejos de vivirse como una carga aporta la mayor riqueza y felicidad. Qué importa salir a la calle sin pintar si una persona feliz es de por sí la más bella.
    Por cierto la maternidad te sienta genial, estàs muy guapa y estilosa.

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